Llegó un joven fornido a trabajar como leñador en un aserradero. Armado con el hacha que le proporcionaron, trabajó árduamente y consiguió talar 20 árboles, dos más que cualquiera de sus compañeros...
Al día siguiente, con actitud ganadora dijo: "hoy cortaré 25", pero al final del día solo logró talar 15 ámboles, algo menos que el resto de sus compañeros..., "debe ser porque los árboles de esa ladera tienen el tronco más grueso", pensó...
Al día siguiente, con actitud ganadora dijo: "hoy cortaré 25", pero al final del día solo logró talar 15 ámboles, algo menos que el resto de sus compañeros..., "debe ser porque los árboles de esa ladera tienen el tronco más grueso", pensó...
Al tercer día, llegó igual de entusiasmado, pero solo logró cortar 10 árboles. A lo lejos, el capataz lo observaba sin decir palabra alguna.
El cuarto día tenía que ser diferente, pensó el joven, así que llegó dos horas antes para lograr su objetivo... pero no avanzó. Al terminar el día se dirijió al capataz diciéndole:
- Renuncio, no sirvo para esto, el primer día tuve suerte de principiante, pero pasan los días y aunque me esfuerzo más que nadie, ahora no lo logro y cada día corto menos árboles.
- ¿Afilaste el hacha? - preguntó el capataz.
- ¡No! - respondió - no tengo tiempo para eso, no puedo bajar el ritmo.
- Muchacho, si no afilas el hacha, jamás lograrás cortar todos los árboles que te propongas, hay que tomarse el tiempo, no es solo actuar enérgicamente con todas tus fuerzas, también es prepararse para eso, así que vuelve mañana, afilas tu hacha por la mañana antes de iniciar, afilas tu hacha por la tarde al terminar de almorzar y verás que lograrás mejores resultados.
Afilar el hacha es diferente para cada persona, para cada profesión, para cada situación, pero sin duda es necesario para todos... Para unos puede significar que dedique tiempo para planificar antes de ejecutar, o tiempo para estudiar, formarse y capacitarse en temas que requieren, mientras que para otros puede ser tomarse un tiempo para reflexionar, analizar y relajarse antes de seguir adelante. Sea como sea, afilar el hacha es detenerse un momento, dejar el automatismo de nuestro accionar diario, y hacer algo concreto que nos ayude a centrarnos en lo importante en lugar de lo urgente, en la calidad en lugar de la cantidad, en el propósito en lugar de hacer las cosas por rutina.
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